En medio de los
grandes acontecimientos (de vital trascendencia) que han sucedido en España al
término del verano como son el Ecce Homo de Borja y el vídeo (subido de tono)
de la concejal de Los Yébenes, Olvido
Hormigos… Una se para a pensar ¿en qué país vivimos? Han sido varias las
conversaciones que, ya sea en tono de humor, indignación o sosiego, han girado
entorno a estos sucesos. Y tras tanta charla insustancial llegamos a un
denominador común en ambos casos (y por desgracia, que se repite día tras día
en otros temas y circunstancias). Me refiero al linchamiento al que se ven
sometidos ciertos individuos y el saco de boxeo en el que parece que se han
convertido las redes sociales.
No negaré que Twitter y Facebook, entre otros,
han acercado a ciertas compañías, entidades, individuos o comunidades a la
gente, superando barreras e intermediarios… hasta aquí estoy de acuerdo. Estoy
a favor de la crítica constructiva y con criterio… pero, debemos tener presente
que errar es humano. Que todo el mundo puede equivocarse… Y no me refiero al chorizo que ha estafado a familias
enteras sino a aquel que ha confundido
un país por otro, ha tenido un lapsus
en geografía, historia, cálculo o física, por poner un ejemplo… O aquel que
queriendo hacer una acción desinteresada termina siendo la mofa de todo un
país, por no hablar del mundo entero… ¿De verdad alguien piensa que la pobre
Cecilia, vecina del pueblo de Borja y seguramente una feligresa que cuida y se
encarga de que la iglesia esté limpia y a punto para las homilías, quería hacer
algún mal a una pintura que si bien religiosa, tampoco era un Velázquez?
¿Por qué la gente se
toma tanta libertad de opinar y criticar de forma desmesurada sobre los actos
de los demás y se oculta tras alias o, peor aún, en el más absoluto anonimato? Creo que con tanta
tecnología nos estamos deshumanizando o la gente no lee dos veces lo que
escribe… porque puede que si alguna vez más de uno pensara cómo le sentaría oír
de sí mismo lo que manifiesta de los demás… posiblemente no lo escribiría.
En una sociedad tan falta de afecto, creo que la comprensión es una cualidad que no debemos
desatender. Todos erramos, TODOS. Y de nuestros errores aprendemos, aunque haya
ocasiones que como dice el dicho (o puede que la canción) “tropecemos de nuevo con
la misma piedra”. Sea como sea, basta de
linchamiento, basta de mofa o de insulto hacia el prójimo, y más de forma
popular, sin límites y tras la pantalla de un ordenador… Soy la primera de reírme de mi misma, de
errar y equivocarme, porque esto me hace cada día estar viva e intentar
superarme… pero NO, POR FAVOR, LAPIDACIÓN NO. Recapacitemos un poco y quien
esté libre de pecado que tire la primera piedra.
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